El Señor de la Clemencia, antes Señor del Zapote. (Foto del Museo de Historia Regional de Celaya). |
*Según el historiador Zamarroni Arroyo revela una historia que no se había contado antes
POR AGP
CELAYA, GTO.- El Cristo, nombrado por los indios del Pueblo
de la Asunción como “El Señor del Zapote”, que por tradición popular dio el
nombre al hoy barrio de El Zapote, tuvo su origen en un hallazgo de la imagen, en
las inmediaciones del Puerto de Chamacuero, por un grupo de vecinos de la
Asunción, que venían de San Miguel de Allende; la imagen, casi de la talla de
un hombre, estaba “entre las zarzas que crecían al pie de un añoso zapote”. Por
eso tenía fama de “aparecido”.
Se dice que el Cristo, “con fama de aparecido”, era muy
milagroso y venían de todas partes a pedir sus favores, hasta que un clérigo,
en el primer tercio del siglo XIX, decidió darle un mejor nombre, el Señor de
la Clemencia, pues le parecía indigno el nombre de El Señor del Zapote.
Pese a las protestas de los pobladores, que pidieron a la
Santa Inquisición reconsiderar la sentencia, dada por comprobar (?) que
protegía a los rebeldes, no hicieron caso a sus peticiones. En represalia, los
pobladores acordaron denominar al poblado “BARRIO DE EL SEÑOR DEL ZAPOTE”,
derivando después en barrio de El Zapote y al cristo de los naturales SEÑOR DE
LA CLEMENCIA, como se los imponían.
De esta forma, dice el historiador, acabaron así con la
tradición y con múltiples milagros que le atribuían, en lo cual competía con el
Señor del Hospital de Salamanca.
Cristo del Señor del Hospital, de Salamanca. (Foto del blog del Señor del Hospital). |
DISCREPANCIA EN LAS FECHAS DE LOS HECHOS
Con discrepancias en las fechas, por los historiadores y por
los mismos relatores franciscanos, existen dos narraciones de hechos sobre las
imágenes de Cristo Crucificado, entregadas por el obispo Don Vasco de Quiroga a
los religiosos San Felipe, San Miguel de Allende y Xichú, quienes murieron
emboscados por chichimecas en las inmediaciones de Chamacuero, cuando
transportaban las imágenes.
El primer relato ubica el hecho en 1585; en tanto que el
segundo, relacionado con “El Señor del Zapote”, del Pueblo de la Asunción, lo
sitúan a principios de la segunda mitad del siglo XVI.
Al respecto, el historiador Rafael Zamarroni Arroyo, quien
cita como fuente del primer relato la Revista “TRENTO” del Seminario de
Morelia, y para el segundo un “ejemplar rarísimo”, de la “HISTORIA DE ALGUNAS
IMÁGENES DE CRISTO VENERADAS EN LA NUEVA ESPAÑA”, que le facilitó el canónigo
Juan Manuel Rodríguez, luego de un análisis concluye que se trata del mismo
hecho en que los franciscanos portadores de la imágenes fueron emboscados y
asesinados por los chichimecas en las inmediaciones de Comonfort y que el
segundo es la continuación del primero.
Capilla de El Señor de la Clemencia, antes Señor del Zapote y el nuevpo templo de la parroquia de la Asunción. (Foto del archivo del Museo de Historia Regional de Celaya) |
CREACIÓN DEL PUEBLO DE LA ASUNCIÓN
Para aclarar lo anterior, Zamarroni Arroyo cita que el
Pueblo de la Asunción, hoy barrio de El Zapote, fue credo entre 1560 y 1562,
por el capitán Don Juan de Villaseñor y Orozco, enviado del Virrey, dándole
asiento en el caserío del pueblo otomí Nattahí, de conformidad al ordenamiento
de la Real Cédula de Reducción de Indios, del Rey Felipe II, del 15 de febrero
de 1545, mediante la cual se ordenaba la
creación de pueblos de indios para evitar que anduvieran errantes, so pena de
ser tenidos por rebeldes al rey y ser perseguidos y exterminados; este poblado se
sumó a la Provincia Indígena de Acámbaro, junto con San Miguel Octopan y
Chamacuero, donde tenían su sede su propio gobernador.
El Hallazgo del Cristo, nombrado como El Señor del Zapote,
de acuerdo al historiador Zamarroni, ocurrió en el transcurso de 1563, ya que fue
en 1564 cuando se expuso a la veneración pública en la ermita del Pueblo de la
Asunción; es el mismo Cristo que ocupaba el lugar principal en la Misa al
Espíritu Santo, que se celebró ahí, el día uno de enero de 1571, cuando la
fundación de Celaya.
Señor de la Conquista de San Felipe. |
EL SEÑOR DE LA CONQUISTA DE SAN FELIPE Y DE SAN MIGUEL EL
GRANDE
Para precisar la fecha del primer relato, que cita el 8 de
enero de 1585, consigna Zamarroni que para ese año Don Vasco de Quiroga estaba
por cumplir 20 años de haber fallecido. También se dice que Don Vasco de
Quiroga bendijo tres crucifijos, una para San Felipe, otro para San Miguel el
Grande y el tercero para Xichú.
Después del atentado a los religiosos, sólo se menciona en
el primer relato el rescate de dos crucifijos y de dos cuerpos, el de fray
Francisco Doncel y el de fray Pedro de Burgos, que fueron llevados a San
Miguel, pero no se cita a fray Antonio de Ulloa, que venía de Xichú. Los
cristos se veneran en San Miguel y San Felipe con el nombre de El Señor de la
Conquista.
El historiador supone que el tercer Cristo fue el que
hallaron las mujeres, que luego trajeron al Pueblo de la Asunción y que
llamaron El Señor del Zapote, hasta que le quitaron ese nombre, después de casi
tres siglos de prodigios y milagros, a pesar de que se dice que el poblado
quedó vacío por una inundación en 1692, volviendo a reaparecer un siglo después,
en 1792, en calidad de barrio de la Asunción o barrio de El Señor del Zapote.
La imagen de El Señor de la Conquista de San Miguel de Allende, uno de los tres cristos elaborados en Patzcuaro, Mich. a mediados del siglo XVI , con la técnica de pasta de caña de maíz. |
LOS CRISTOS HECHOS DE PULPA DE CAÑA DE MAÍZ
Aunque también existen discrepancias sobre los artesanos o
artistas que elaboraron los cristos, algunos historiadores los atribuyen al
español Matías Cerda, que llegó a la Nueva España por el año de 1538, quien
aprendió de los purépechas la técnica de la elaboración de la pasta de caña
mezclada con bulbos de orquídeas; en tanto que Rafael Zamarroni asegura que son
obra de un indio tarasco llamado Juan, quien era sacerdote de la diosa
Xataranga, que después se convirtió en escultor cristiano.
La particularidad de estas obras es que, al ser elaboradas
con el corazón de la caña de maíz, resultaban livianas para ser transportadas
en las procesiones y peregrinaciones. A uno y a otro se atribuyen tanto las
imágenes de cristos como de la virgen María, que existen en varios templos de
la región, como Nuestra Señora de la Salud, que se venera en Pátzcuaro; Nuestra
Señora de las Luces, en Salvatierra; el Señor del Hospital, en Salamanca; el
Señor de la Conquista en San Felipe y el de San Miguel de Allende, así como El
Señor del Zapote.
El hallazgo de la imagen en las inmediaciones de Chamacuero. (Foto del Museo de Historia Regional de Celaya. |
RELATO DEL HALLAZGO DEL SELOR DEL ZAPOTE
El Primer relato que consigna Rafael Zamarroni en su libro
“Celaya, tres siglos de historia”, se refiere al ataque y muerte de los
franciscanos que transportaban estos cristos, que también describe el
historiador Luis Velasco, sólo que éste lo ubica en 1575; en tanto, el segundo,
que aquí transcribimos, cuenta el hallazgo del Cristo, con fama de aparecido”
llamado Señor del Zapote.
La segunda relación dice: “Se iniciaba la segunda mitad del
siglo XVI, cuando ocurrieron estos hechos que, además de ser extraordinarios,
tienen mucho de milagroso y sobrenatural. Viniendo de la villa de San Miguel,
que ya lo era desde 1560, rumbo a su pueblo de Nuestra Señora de la Asunción,
que se encuentra en los términos de este Obispado de Michoacán, algunos indios
otomites, de los ya convertidos a Nuestra Santa Religión, y por ende, ya
cristianizados: en un grupo separado, venían las mujeres, las cuales, tal vez por
el cansancio que les había producido el subir y bajar empinadas cuestas y
laderas, se habían quedado a la zaga. Al bajar dichas mujeres al fondo de un
barranco muy pedregoso, donde corría un arroyo, buscaron un remanso de la
corriente para poder beber, y estando en la dicha dilixegencia, vieron en suelo
de la opuesta orilla, entre las zarzas que crecían al pie de un añoso zapote,
un Santo Cristo grande, casi de la talla de un hombre.
Pasado el estupor y la sorpresa que les produjo aquel
hallazgo, cruzaron la corriente y al acercarse vieron que el sagrado bulto,
yacía cubierto de sangre, y tenía una flecha clavada en su sacratísimo costado;
la flecha era un chinapo negro, como lasa que usan los bárbaros chichimecos;
grandes manchas de sangre coagulada cubrían el suelo, algunas ya ennegrecidas
por el sol y… ¡Oh!, prodigio… en el tronco del árbol de zapote, estampada con
sangre, se vía una mano, como si el Señor, ya herido de muerte, hubiera
pretendido incorporarse, y para lograrlo, hubiera buscado el apoyo de aquel
tronco.
Las mujeres indígenas, afligidas y grandemente impresionadas
por el doloroso cuadro que tenían ante sí, prorrumpieron el plañidero llanto,
permaneciendo así, hasta que los varones, cansados de esperar, volvieron en su
busca. Reunidos ambos grupos, los indios también fueron partícipes de aquel
dolor inmenso.
Al fin, acordaron llevar hasta la capilla de su pueblo,
aquella divina imagen del Redentor, a cuyo efecto, la colocaron sobre unas
improvisadas angarillas, y después de cubrirla con ramajes y flores silvestres,
se pusieron en marcha, no sin increpar previamente, en medio de amargas
lágrimas, a los bárbaros chichimecos, que tan despiadadamente habían
sacrificado a tan gran Señor.
Esta imagen de Jesús Crucificado, en la que aún se aprecia
la sangre derramada, porque no ha habido quien se atreva a limpiarla con sus
impuras manos, se encuentra en la capilla de los naturales, en el pueblo de
Nuestra Señora de la Asunción, donde cada día que pasa es más venerada, no sólo
por los indios otomites de aquel lugar, sino que extendida su fama por todo el
Reino, por su fama de “Cristo Aparecido” concurren gentes de todas partes, aún
de lejanas tierras, ya para rendirle pleitesía al “Milagroso Señor de El
Zapote”, ya para implorar el remedio a sus necesidades, o simplemente para
darle gracias por los favores y beneficios recibidos…”.
El tiempo terminó de confirmar el nombre de “MILAGROSO SEÑOR
DEL ZAPOTE”, que impusieron a aquella imagen los indígenas, en atención a las
extraordinarias circunstancias en que fue encontrada por ellos, al pie de un
árbol de zapote, cuyo nombre conservó por cerca de tres siglos, hasta que quiso
Dios que un clérigo ignorante, vino a matar la gallina de los huevos de oro, al
cambiarle aquel nombre por el que supuso más adecuado de “Señor de la
Clemencia”, que ahora lleva sin pena ni gloria, porque perdida la fe que le
profesaba en su antigua advocación, dejó de hacer aquellos portentosos milagros
que se le atribuían, viniendo a menos su crédito, debido a que la misma
vulgaridad del nombre que se le dio, éste ya fue insuficiente para hacer pensar
a las futuras generaciones en el origen divino atribuido a esta imagen por los
indios otomites del “Pueblo de Nuestra Señora de la Asunción”.
Opina el historiador Rafael Zamarroni que, si no se hubiera
cometido semejante aberración, quizá a la fecha, la piedad de las gentes ya le
hubieran erigido un hermoso santuario como lo levantó al Señor del Hospital en
la ciudad de Salamanca.
PUEDE VER:
EL BARRIO DE EL ZAPOTE
http://oralemx.com.mx/el-barrio-de-el-zapote-su-nombre-y-su-importancia-para-los-celayenses/
EL SEÑOR DE LA CONQUISTA DE SAN MIGUEL
El Cristo de la Conquista de San Felipe. (Foto de la página “Gaudium”). |
EL SEÑOR DE LA CONQUISTA DE SAN FELIPE